28.2.09

Laurita mira la tele – Recargado

Hace unos meses, el canal Sony estableció una curiosa división para sus series. Dos espacios, "Macho que se respeta" y "Mentes peligrosas", en los que se emiten los shows presuntamente "para hombres" y "para mujeres". La acción incluye separadores, gráfica especial, días determinados, tonos para celulares y unos microprogramas casi incalificables donde "machos" y "mentes" razonan y reflexionan (?).
Si la división ya de por sí es ridícula, los microprogramas se inscriben en el territorio de lo lamentable. Burdos, estereotipados y chatos, los actores –además de lidiar con sus escasos recursos– repiten textos insufribles: un varón que se pregunta cómo volver al ruedo después de un largo noviazgo, una mujer que se queja del despliegue culinario de su pareja para preparar un sandwich... Los celos, la división de tareas en el hogar, el desempeño sexual, la muy femenina pregunta "¿en qué estás pensando?", ponen a hombres y mujeres en una invariable situación de objeto para el otro. Gestos obvios como cercenarle la punta a un pepino mientras se habla de infidelidad masculina o clavarse un enorme pote de pochoclo sobre la bragueta al tiempo que se destacan las ventajas de la soledad, son apenas una muestra de los altos índices de estupidez a los que se puede llegar en uno o dos minutos.
¿La perla? Los créditos de "Macho que se respeta" mencionan –sólo– cuatro guionistas (varones, of course), mientras que las líneas de "Mentes peligrosas" le dan trabajo a siete cabezas femeninas. Dejando de lado las conclusiones sexistas acerca de quiénes son más eficientes para la pavada, si algo queda claro es que Sony Latinoamérica no escatima esfuerzos de producción.

18.2.09

Ricura, ricura...

En La guaracha del Macho Camacho (1976, ¡qué año, Teté!), una novela collage de Luis Rafael Sánchez (Puerto Rico – 1936), el lenguaje cotidiano se mezcla con numerosas referencias a la realidad bilingüe de la isla, la influencia de los medios masivos, la música popular y la fuerza de la oralidad.
A lo largo del texto, una línea se repite de manera sistemática: "ricura, ricura, la vida copiando la literatura".
Hoy, cuando parece que nuestros Athos, Porthos y Aramis telúricos esperan un guiño del esquivo y solitario D'Artagnan, no pude menos que recordar esa frase de una obra clave en la literatura caribeña.

Una banana a la derecha, por favor.

12.2.09

El lastimoso

En la República del Paraguay, lugar donde años atrás supe (?) desempeñar algunas de mis tareas, es usual que cuando alguien tiene que disculparse o excusarse utilice, en vez de nuestro rioplatense "lamentablemente", el muy gráfico, colorido y polisémico "lastimosamente". Así, es posible escuchar un "lastimosamente, el señor xx ya se ha retirado de la oficina" o "lastimosamente, no podré asistir a la cena" o aún "lastimosamente, el vuelo a Buenos Aires fue cancelado".
Hecha esta breve introducción, vuelvo al punto que da origen a la entrada.
El lastimoso es un hombre paradojal. Ha tolerado con estoica entereza el abandono de su mujer, la incomprensión del mundo, el olvido de los hijos, los vaivenes económicos y los inconvenientes de salud. Aún así, en vez de pensar y sentir que una manada de mamuts lo orina alegremente desde el cielo –frenético extremo del "meado por los perros"–, piensa y siente que debería haber nacido en una época pasada porque no está hecho para la salvaje agresividad de nuestros días.
No hay en él el más mínimo atisbo del amor propio –por llamarlo de alguna manera– típicamente masculino. Vive solo. Realiza todos los quehaceres domésticos sin sentir que eso afecta su hombría: limpia, lava, plancha, cocina y hasta cose –en algunos ámbitos se lo conoce como "el rey del parche"– cual damisela en edad de merecer. Es ordenado, pulcro y austero. Físicamente bien conservado. En la cama zafa a fuerza de experiencia o de una que otra pastillita azul, y no hay noche apasionada que le impida correr las cortinas y revisar la llave del gas antes de entregarse a las horas de sueño reparador que cumple con rigurosa contrición.
Al contrario que la mayoría de los hombres, frente a situaciones como la crisis económica y financiera, no piensa en conseguir un aumento de sueldo sino en cómo arreglarse con menos. Por cierto, aunque podría aspirar a más, aplica una enorme dosis de energía para mantenerse donde está recortando gastos, resignando lo que a cualquier mortal le parecería bienestar y para él es superfluo, y ajustando lo que viene ajustando desde hace tiempo. Todo esto no hace más que hablar del enorme placer que le causa la inmovilidad.
Si tuviese un escudo de armas en él se vería la máxima: "No derrocharás, no ensuciarás". Y yo agregaría "no progresarás".
El lastimoso, además, no sueña, no desea y no proyecta. ¿Para qué hacerlo? Un sueño lo pondría en el terreno del deseo y éste, a su vez, en el del proyecto. Todas ellas –sueño, deseo y proyecto– instancias reservadas para la voracidad que otorga la testosterona que a él parece faltarle.
No importa la edad que tenga, a pesar de su aspecto físico, este hombre siempre parece estar recorriendo el tramo final de su vida, mirando el futuro por el espejo retrovisor. Cuenta historias viejas de tiempos gloriosos, canta canciones viejas de su loca juventud, se ríe de chistes viejos que siguen pareciéndole graciosos y está rodeado de recuerdos que hacen brillar sus ojos.
En lo más profundo de su ser siente un enorme terror a la vejez y alberga la creencia de que mantenerse en ese estado conjura los efectos del paso del tiempo; entonces, termina pareciendo un hippie preservado por quién sabe qué curioso mecanismo de congelamiento y traído a un presente que no entiende y se resiste a habitar.
Sin embargo, aún con esta colección de atributos de perfecto loser, el lastimoso es un winner importante. He aquí la paradoja digna de mal jugador de tute cabrero: gana a más cuando había decidido ir a menos.
Nunca falta a su lado una mujer de treinta sensibilizada por su alta performance doméstica, una jovencita seducida por su aspecto informal y juvenil –que en realidad no es informal ni juvenil sino anacrónico–, una cuarentona maltratada por otras relaciones que cree haber encontrado en este hombre tranquilo y apacible la cura para viejas heridas. ¡Sí, encima es multitarget!
Lo cierto es que, para decirlo crudamente, inspira lástima. Y las mujeres solemos confundir lástima con ternura.
Pero, claro, el encanto dura poco. Bastará conocer su casa y asomarse a sus rígidas rutinas dignas de Esparta para advertir que hay poco espacio para enternecer y mucho para decepcionar; que las flores robadas no fueron un gesto romántico y que la comida fue casera para ahorrarse el restaurant.
Entonces habrá llegado el momento de huir en busca de horizontes más propicios y dejar a este ganador malgré soi atesorando un nuevo, reluciente y dulce recuerdo que, además de aumentar su colección y brillar junto al compendio de sus desgracias, le confirma que el éxito es una vana ilusión y que la fama es puro cuento.

6.2.09

Preguntas y respuestas

Ayer me llegó por mail uno de esos cuestionarios (suspiro) supuestamente destinado a saber más de los amigos (otro suspiro). El juego de marras consiste en responder un amontonamiento de preguntas en las que se mezcla lo constante (nombre, tamaño del pie o características de personalidad) con lo variable (con quién hablaste por teléfono o qué ropa tenés puesta en este momento); lo relevante (ok, ok... hay poco o nada relevante) con aquello que denota la más estúpida superficialidad. Para colmo de males, la insistencia en horadar el vacío requiere de cuarenta (40) agudísimas preguntas.
Como la cuestión es divertirse (y el texto introductorio deja bien claro que el que no contesta es un amargo), decidí copiar el interrogatorio aquí, responderlo y comentarlo. Veremos qué sale. Por suerte, mis amigos me quieren mucho.

1. Nombre completo

Laura Aurora Cambra
Lo tengo asumido.

2. ¿Por qué te pusieron ese nombre?
Laura porque les gustaba, Aurora por la hermana de mi mamá.
Y ni esmerándose podrían haber encontrado una combinación más cacofónica. Con el tiempo descubrí que mis nombres remiten a la línea de Barrio de tango (Manzi-Troilo) que dice "un ladrido de perros a la luna".


3. ¿Le pides deseos a las estrellas?

No.
Por cierto, no pido deseos. Soy un ser deseante (Lacan, no offense). En todo caso, pido que los deseos que ya tengo se cumplan.

4. ¿La última vez que lloraste ?
Hace dos meses, creo.
No tengo un calendario del llanto o la efemérides de la lágrima.

5. ¿Pan con que?
Me da lo mismo.
¿Era necesaria esta pregunta? Sólo puede demostrar la escasa variedad de criterios de la especie humana y su notable obviedad. De las respuestas que recibí, el 90% se dividía entre manteca y dulce; hubo varios "me da lo mismo", que vendrían a ser los NS/NC y, por supuesto, siempre hay alguien que vota al partido vecinal y dice "fiambre".

6. ¿Te gustan los animales?
No especialmente.
Siempre cae más simpático decir que los animalitos son preciosos, tiernos, adorables. Pues, prefiero sonar antipática y hacerle honor a mi olfato quisquilloso que prefiere tenerlos lejos.


7. ¿Cuántos hermanos tenés?

Dos.
Otra pregunta para el bipartidismo, muy cercana a la del pan. Obviamente, las palmas se las llevan el uno –familia tipo, ¿vio?– y el dos. Lo que me pone en el territorio de la masa.

8. ¿Colaborás con alguna ONG?
No.
Esta pregunta es para la culpa. Tanto es así que leí varios "no pero estoy pensando en hacerlo" o "no pero lo haré en breve".

9. ¿Si fueras otra persona serías tu amigo?
Sí.
Suena mucho a Groucho Marx y su "jamás aceptaría pertenecer a un club que me admitiera como socio". Agregaría algo: ¿qué pasaría si yo fuera otra persona y quisiera ser mi amiga y yo no quisiera hacerme amiga de esa persona que es otra que yo?

10. ¿Tenés un diario de vida?

Muchos, sueltos, de a ratos o en retazos, reflejados en cada cosa que escribo.
Esta pregunta no debería contestarla porque quedo descalificada como los que trabajan en marketing quedan afuera de cualquier sondeo de opinión.

11. ¿Sos sarcástico?
Soy –a veces– irónica.
Acá hice trampa. A veces, además de irónica, también puedo ser sarcástica. Y no veo qué tiene de particular ninguna de las dos cosas. La ironía y el sarcasmo son recursos lingüísticos, no características de personalidad. Hablan del dominio del lenguaje y no de un rasgo de conducta.

12. ¿Harías bungee-jumping?
Naaaaaaaa.
No way.

13. ¿Cuál es tu cereal preferido?
No tengo.
Promediando el cuestionario, hemos tocado el punto máximo de la estupidez y de la irrelevancia. ¿Who cares? ¿Cereal preferido? ¿Esto es una encuesta para Zucaritas?

14. ¿Te desabrochás los zapatos antes de sacarlos?
¿Se desabrochan los zapatos antes de sacárselos?
¿Uh?... ¿Oh? Si la intención era medir el grado de impulsividad, estamos fregados porque yo no me los desabrocho de obsesiva nomás... para empezar, tendría que volver a abrocharlos y para seguir, si quedan abrochados reduzco la posibilidad de error en el perfecto ajuste al volver a usarlos.

15. ¿Creés que sos fuerte?
Me he demostrado que soy fuerte en más de una ocasión pero no creo que eso me haga una persona fuerte.
Teoría del absoluto relativo: cualquier característica positiva llevada al extremo de la univocidad se torna completamente relativa.

16. ¿Tu helado preferido?
Cualquiera de fruta (no me gusta mucho el helado).
Who cares? Creo que Facebook –feisbuk para los amigos– ha pervertido a la humanidad digital invitándola a formar parte de grupos tan bizarros como "los amantes del helado de pistacho".

17. ¿Cuánto calzás?
Cuarenta.
Sí, mis pies son un 8% más grandes que el promedio. En mi adolescencia, esto era información clasificada. Ahora sirve sólo en el caso de que alguien quiera regalarme zapatos.

18. ¿Rojo o rosado?

Rojo.
¿Por qué a mí?

19. ¿Qué es lo que menos te gusta de vos?
Ser tan frontal.
Esta fue una respuesta de compromiso. Podría haber dicho mis pies –tengo cuarenta razones para nombrarlos– o mis ojos o mis brazos o mi ombligo. La realidad es que ser frontal me ha traído más de un problema y más de una satisfacción. Se aplica la teoría del absoluto relativo mencionada en la respuesta 15.

20. ¿A quién extrañás mucho?
A nadie.
No tengo espacio interno para la melancolía. No me sale. No lo siento. Se ve que me falta el chip de la extrañanza.

21. ¿Te gustaría que a todos aquellos que enviaste este cuestionario te respondan?
No me es imprescindible.
Sí, ya sé, es una manera diplomática pero inequívoca de decir que me importa un pepino saber cuánto calzan mis amigos. Pero, de verdad, no me importa. Sí me importa saber que cuando los miro los veo y sé si están tristes o contentos; que cuando nos abrazamos nos estamos conectando; que cuando nos encontramos tenemos algo para compartir.

22. ¿Qué color de pantalones y zapatos tenés puestos?
Ojotas verdes y vestido rojo.
Claro, me agarraron en un "momento Fiona". De haberlo sabido, me habría producido para la ocasión. ¿Y por qué asumir que vestía pantalones? ¿Habrá sido un rasgo machista? En última instancia, la pregunta es un monumento a la estupidez: ¿de qué me sirve saber qué llevaban puesto mis amigos mientras respondían el cuestionario?

23. ¿Lo último que comiste hoy?

Melón.
Otra estupidez atómica, el paroxismo de la estupidez.

24. ¿Qué estás escuchando en este momento?
Mis pensamientos.
Ya escribí sobre el coro de niñas cantoras que tengo en la cabeza. Suelo valorar el silencio exterior porque si les pongo música se lanzan a canturrear.

25. ¿La última persona con quien hablaste por teléfono?

Mi hermana.
Who cares (again)?

26. ¿Trago favorito?
Varios: los que llevan bebidas blancas y el champagne.
Si querían saber si paso el test de alcoholemia, queda claro que no.

27. ¿Deporte favorito para ver por TV?
Fútbol y tenis.
Indudablemente, este cuestionario lo hizo un hombre (y a juzgar por todos los cambios del "tú" al "vos" que tuve que hacer, domina el español neutro.

28. ¿Comidas favoritas?
Muchas, desde la pizza hasta el sushi (muy presidencial lo mío) pasando por una buena pasta.
A ver... se puede alardear y decir magret de pato con foie gras, o bien bajar el perfil a una popular napolitana con fritas (que tiene grupo en feisbuk). No es un secreto que me encanta cocinar y que la comida me produce un enorme placer. Cualquier respuesta que dé en este punto será insuficiente.

29. ¿Final triste o final feliz?
Final.
¿Hay finales felices? Yo tengo la sensación de que lo que suele llamarse "final feliz" no es otra cosa que un comienzo. Los finales siempre son tristes porque algo se termina y hay que dejarlo atrás. Desde chica me atormentaron los "finales felices" porque, ¡caray!, me dejaban con la intriga acerca de lo que sucedía después del "The End".

30. ¿Tenés mascotas?
No.
He tenido, he tenido. He cuidado de mis animalitos –hasta la obsesión, como corresponde– y ahora decidí que no quiero cuidar de nada ni de nadie.

31. ¿Día favorito del año?
Cualquiera, todos tienen su encanto, hasta los más difíciles.
Eludamos la obviedad del cumpleaños, la navidad, el año nuevo y toda esa parafernalia estereotipada y caótica. Cada día es una aventura. Cada día es una oportunidad. Cada día representa un desafío.

32 . ¿Besos o abrazos?
Ambos.
Convengamos, hay besos y besos y hay abrazos y abrazos. Los quiero todos.

33. ¿Sos una persona alegre?

Sí, muy.
Soy más que una persona alegre. Soy una persona feliz.

34. ¿Quién creés que te responderá?
No clue.
Y no importa. No me importa.


35. ¿El que menos creés que lo devuelva?
Idem anterior.
Básicamente, si creo que no me lo va a devolver, no se lo mando. Nos ahorramos el viaje sin retorno.

36. ¿Qué libro estás leyendo?
Tres al mismo tiempo: La casa de Dostoievsky (Jorge Edwards), La trilogía de NY (Paul Auster) y Ulyses (James Joyce).
No es esquizofrenia, son cuestiones de mi trabajo. Leer y releer. Buscar palabras. Encontrar información en el blanco entre una línea y otra. Disfrutar de esa combinatoria sorprendente y única que hace de un texto un libro con carácter y personalidad.


37. ¿Color favorito?
Todos excepto el amarillo.
Una idiotez supina. El amarillo es precioso en los girasoles aunque no me guste para la ropa.

38. ¿Qué viste anoche en la tv?
Estrenos de series... nada memorable.
Ultimamente me dedico a analizar cómo los guionistas de las series tienen una vida útil de tres temporadas luego de las cuales empiezan a derrapar, muerden la banquina, se van al pasto, vuelcan y terminan tapados con diarios. Eso en el mejor de los casos. En el peor, padecen delirios lisérgicos que trasladan inescrupulosamente a los personajes.

39. ¿Rolling Stones o Beatles?
Beatles.
Detengámonos un instante en lo que encierra esta pregunta. No es Oasis o Cold Play ni Aerosmith o Skorpions (por decir obviedades de épocas diversas). Son los Rollings o los Beatles. Una dicotomía que denuncia la pertenencia a una generación. ¡Vergüenza debería darle a semejante grandote andar haciendo cuestionarios como éste!

40. ¿Dónde es lo más lejos que has estado de tu casa ?
Perdida dentro de mí misma.
Esto es rigurosamente cierto. He viajado. He estado geográficamente lejos de mi casa más de una vez. Sin embargo, cuando más lejos estuve fue cuando estuve lejos de mí misma.